Un informe técnico sobre los olores de la fábricas de harina de pescado indicó que pueden ser "disminuidos considerablemente" ya que existen "tecnologías" para lograrlo. El informe fue elaborado por la facultad de Ingeniería de la universidad local a pedido de la Fiscalía General.
Si bien es casi imposible que por la naturaleza de la materia utilizada para la fabricación de harina de pescado los olores fétidos desaparezcan, existen “tecnologías para minimizarlos”, según surge de un informe redactado por el profesor de la facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional de Mar del Plata, Jorge Froilán González.
Asimismo, en el estudio se especificó que “de no ser removidos, impactarán en las áreas circundantes”.
El informe fue elaborado a pedido de la Fiscalía General, en el marco de las actuaciones que llevan adelante para reducir las emanaciones y controlar las mismas. En la ciudad existen dos harineras -Agustiner SA y Coomarpes- que deben ser controladas por el Organismo Provincial para el Desarrollo Sostenible (OPDS).
El especialista detalló que “el lavado de los gases (en inglés scrubbing) en las llamadas torres lavadoras es una solución común: los vapores a ser tratados se introducen por el fondo de la torre lavadora y el agua de lavado (agua potable o de mar) desde la parte superior”.
Con la intención de proveer “una mayor área de contacto entre los gases a lavar y el agua ingresada desde el tope, las torres suelen estar rellenas de material de empaque”.
Para la misma acción también se usaron “torres de lavado de gases, en las cuales el agua contiene cloro u otros oxidantes, aunque en este caso aparecen problemas adicionales debido a la posible corrosión de equipos y potencial emisión de vapores de cloro o de las otras sustancias”, detalló el profesor Jorge Froilán González.
Combustión a alta temperatura
Otra tecnología utilizada para el mismo fin es “la de combustión a alta temperatura, ya que el calentamiento de los gases con olores desagradables a 750°C u 800°C por muy pocos segundos destruye efectivamente los componentes malolientes”.
En esa tecnología, el especialista recordó que “es común que todos los equipos de los cuales emanan gases muy cargados de componentes desagradables sean encapsulados y mantenidos a una muy baja depresión. Por medio de conductos los gases son llevados a torres lavadoras seguidas de un ventilador que, a su vez, lleva los gases no condensados a ser quemados en los equipos de generación de vapor donde son sometidos a dichas altas temperaturas requeridas”.
Funcionamiento
Asimismo, acerca del funcionamiento de la tecnología mencionada anteriormente puntualizó que “durante los minutos iniciales de arranque de los equipos (y los finales de parada) puede ser necesario no enviar los gases a quemado, por lo cual debería tenerse en cuenta la posibilidad de inactivarlos de otra manera en esos cortos lapsos”.
“Es generalmente aceptado -añadió-, debido a la experiencia de décadas de operación de sistemas de este tipo, que no aparece riesgo adicional de corrosión en quemadores y calderas cuando se usan los gases lavados”.
El profesor González consideró que “esta tecnología de desodorización por combustión es especialmente aplicable. El exceso de aire de fuentes de baja intensidad, como la de las operaciones de molienda y enfriamiento de la harina, que pueden llegar a no ser utilizables en un quemador, pueden ser dispersados por una chimenea de suficiente altura después de ser lavados”. Asimismo, aclaró que “es una técnica de dilución y no de eliminación de los olores”.
En tanto, para gases de baja intensidad de olores también es posible usar “adsorción con carbón activado, aunque la aplicabilidad dependerá de factores económicos entre los cuales son clave los caudales a tratar y el número de reactivaciones posibles”.
Graves molestias
Los olores desagradables emanados de las fábricas de harina de pescado afectan no sólo a la zona dónde están instaladas -el Puerto- sino que se propagan a barrios vecinos, como Punta Mogotes, Faro Norte, Termas Huinco, Villa Lourdes y Playa Grande, entre otros. De hecho, tanto en la Fiscalía General como en la Defensoría del Pueblo reciben denuncias de los vecinos sobre el tema.
En la opinión del profesor González, la contaminación por olores desagradables emitida por fábricas de harina de pescado “es profundamente molesta” debido a que “la nariz humana es muy sensible y los límites de detección por el sistema olfativo son extremadamente bajos”. Justamente, consideró que los procesos de “remoción de olores desagradables” deben ser muy “efectivos” por tener el sistema olfativo “un umbral tan bajo de detección”.
Ese aroma fétido se produce “durante el almacenamiento, debido a la degradación bacteriana y por las enzimas presentes en el pescado, que resultan en la formación de sustancias verdaderamente desagradables tales como la trimetilamina”, especificó.
Materia prima
En ese sentido, el especialista consideró “una condición ideal aunque utópica” que la materia prima ingrese “tan fresca como sea posible al proceso de elaboración de harina. Pero tal industria trabaja con residuos de pescado”.
“A ello se suma -añadió- que para poner en marcha los equipos de elaboración se debe acumular una cierta cantidad de residuos, lo que a veces tiene por consecuencia una mayor descomposición”.
Durante el proceso, los olores se forman por “oxidación de compuestos presentes en los residuos, además de que el calentamiento para la cocción y el secado favorecen el desprendimiento de los olores ya generados dentro del residuo sólido, pasando estos a la fase gaseosa y emitidos al aire”.
Asimismo, el especialista explicó que otro factor que influye son “las condiciones meteorológicas, como las direcciones prevalentes de los vientos, junto con los patrones de velocidad de los mismos, y las condiciones de estratificación atmosférica. En particular, la ocurrencia de vientos de baja velocidad que llevan dichos gases a zonas densamente pobladas será causa de frecuentes quejas de la población”.
Finalmente, remarcó que “las tecnologías para remoción de olores existen desde hace ya varios años y no existe una sola”, a la vez que opinó que “los olores deben ser tratados y la elección del modo es incumbencia de los generadores de los olores”. Además, advirtió que la “efectiva implementación puede llevar varios meses”.
Asimismo, González aseguró que “siendo equipos que trabajan con condiciones variables de entrada de materia prima, es razonable que los mismos no funcionen adecuadamente el 100 por 100 de las veces. Es esperable que aparezcan problemas operativos”.
Esperando a la Justicia
En la Fiscalía Federal encabezada por Daniel Adler, están esperando que la Cámara de Apelaciones “se expida sobre la competencia o no en el tema desde hace dos meses”, detalló a LA CAPITAL el representante del Ministerio Público.
Es que, desde abril pasado, cuando la Fiscalía Federal presentó una medida cautelar para que se intime a las empresas mencionadas a dejar de seguir propalando olores nauseabundos, la Justicia Federal se declaró incompetente. “Estamos ante una virtual incompetencia de la Justicia Federal, ya que el juez Alejandro Castellanos se declaró incompetente. Ahora tiene que decidir la Cámara”, añadió.
A entender de Adler, las harineras no instalan el biodigestor “evidentemente por un problema de inversión, porque es claro que hay lugares en el mundo que tienen harineras y no emiten estos olores” e insistió en la necesidad de que determine su competencia la Cámara de Apelaciones.
En la presentación de abril del año pasado, la fiscalía también había pedido investigar posibles incumplimientos de parte de los funcionarios públicos encargados de impedir situaciones contaminantes.
“Llevamos mucho tiempo peleando -recordó Adler- e iniciamos una investigación penal para determinar si atrás de esto no hay una situación irregular”.
La denuncia inicial fue radicada ante la posible comisión de delitos de contaminación ambiental en concurso ideal con lesiones leves a la salud de la población, por parte de los propietarios de las fábricas de harina de pescado del puerto marplatense. También pidió investigar posibles incumplimientos o situaciones de venalidad de parte de los funcionarios públicos encargados de impedir situaciones contaminantes.